domingo, 10 de noviembre de 2013

El mundo de las ilusiones I

"Al ver que la leche corría por el seno de su madre, sintió ansias de beber, de embriagarse del néctar blanquecino que nutrido del amor materno, penetraba en sus entrañas como una primera calidez."

Hola, como están, dijo sorprendido por su osades. Los elefantes respondieron, y sus barullos sonaron en toda la selva.
-Estoy acá por la entrega del cedro, del cedro de oro que se me fue entregado hace unos años, ya no lo quiero, lo devuelvo, lo entrego, porque no me pertenece. En este cementerio lo dejo ahora porque mañana este lugar dejará de existir.
¡Vengan! Vengan todos, hoy me rindo, me rindo ante la felicidad de solo existir, de respirar este aire nauseabundo de la muerte, las cenizas calcáreas que vuelan entre las tinieblas de la transcendencia, no más, sufrir es tan innecesario, que lo devuelvo, todas las riquezas de mi reino acá están.
Esto es lo único que me queda , este cedro, este cedro de oro, este cedro de plata, este cedro que ahora es de madera, este cedro que de hueso se pudrirá como muestra de la miseria del tener.

Suspendidas las partículas de polvo rodean la piel de la mujer vanidosa, rojizas de adhieren a su piel como el barro en los pies del niño que nace a la orilla del río. Un objeto que como una pequeña cola de león de pasea en sus pestañas pegoteando cada una de ella, esto es belleza, piensa, esto soy.
El niño aprende a caminar y sus pies se vuelven duros, por las piedras.
Ella baila en un lugar oscuro y tenebroso entre luces de colores y flashes blancos.
El niño conoce las plantas las distingue, arranca algunas cuando tiene hambre, otras cuando se hace una herida, las frota entre sus manos, se las unta.
Se recuesta y encuentra compañía, las pieles se rozan pegajosas, extasiados buscan descanso, en el dormir, el eterno sueño. De un envase transparente vacía en su boca, un líquido negro como la muerte.
El niño despierto habla con los animales, les cuenta sus sueños y sus dudas, a veces responden y les enseñan cosas. 
Llueve en la tierra otra vez en la muerte y el nacimiento del ser.


En un lugar blanco lleno de luces con estantes, pero no de madera, sino blancos, ordenados, millones de objetos de colores se agrupan y separan, se mueven ondulantes como las plantas, es una selva incandescente saturada de tonos brillantes. El hombre despierta del descanso, mira a su alrededor y los verdes están y lo saludan en el movimiento constante del viento inviernal, los animales han huido y el hambre acecha.